domingo, 19 de mayo de 2013

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"Sentir/ que es un soplo la vida..."



Nunca supo. El aire temprano, la cercanía del río, la pesadumbre de la memoria goteando sobre la piedra del muelle, los ojos atravesados por el ventanal.
Las jornadas fugaron sin dejar rastro, salvo la huella mustia de unos dedos en el viejo almanaque. Ahora el tiempo tomaba para sí la iniciativa, incisivo en sus preguntas y mudo en sus respuestas. Una hoja en blanco. Eso era el tiempo. Una hoja en blanco donde lo escrito no podía leerse. Tampoco olvidarse.
Tomó un sorbo de café pero no lo saboreó. Los sabores no eran otra cosa que vagas impresiones. Ni siquiera el vino de la noche, antes amable o repleto de rencores, según se tratara. Miró el reloj de pared, su sonido agigantado en el sordo estarse de la habitación. Las cuatro de la tarde de un domingo plomizo y espectral le hacía saber que faltaba una hora para la llegada de la última lancha del día. Pocas cosas las que había que entregar. Dos cajas pequeñas y un par de sobres.
Sin pensarlo demasiado abrió el cajón de su escritorio. Las fotos le devolvieron algunos recuerdos. La plaza, el primer carrusel, los primos del campo. La foto de quinto B, el fin de la inocencia. Después, la distancia. Lejanías impuestas por mandato familiar, aquel axioma paterno que rezaba las bondades de la vida bucólica. ¿Por qué estaba él allí, en ese puesto isleño desde hacía veinte años? ¿Por qué las rutinas eternizadas en los pasos, la visita al pueblo una vez por mes, el amor comprado en el almacén de don Julián, la pieza oscura, los ojos de esa morena tímida, los días de lluvia encerrados en la radio, el farol dócil que deformaba las sombras?
Cuando vio que la lancha se acercaba, un leve cosquilleo le recorrió la espalda, un lento estremecerse que desempolvó antiguas sensaciones adormiladas.
Nunca supo. Pero cuando la lancha de las cinco de la tarde partió del muelle contempló por última vez la pequeña construcción de madera. Llevaba consigo su bolso, liviano, despojado, austero. Estaba dejando tras de sí vestigios de lo que había sido, entre la niebla y el silencio. Se preguntó si Buenos Aires sería otro, si acaso pudiera reconocerlo.
Hugo Celati(2013)
Fotografía: Adriana Lestido