martes, 22 de septiembre de 2009

VERDADERO, FATAL, ROSTRO DEL ENCUENTRO


Y es tanto que se vuelca del cauce y busca amigajarse con la tierra, embeberse en el cuerpo terroso y marchitado, amasarse en un lodo espeso, eternal, atormentado como el clavo en los pies de la cruz.
Es tanto que va a tontas y a locas por las calles, se persigue a sí mismo, tropieza contra los transeúntes perplejos que lo insultan o lo miran espantados o le ceden el paso como a un cortejo fúnebre.
Tanto que borra con su dedo escolar el relato de lo que fue, que derrama tinta de su pupitre sangriento sobre el cuaderno de lo que es, que ignora con cabal conocimiento el rostro del augurio. Que no puede pensarse siquiera en la trama sutil de una ucronía o aceptar de manos de Dios mismo la ostia redentora de una vida en el goce de los goces.
Tantísimo es, que su filo se vuelve contra la mano así como la lente contra el ojo o el zapato que muerde y despedaza el pie desamparado.
El dolor se sale de la baza y en su dentellada ciega, bestial, irreflexiva destroza lo que ha dejado de ser, lo que está muerto, lo que se ha perdido.
El dolor es la suma de las eternidades que no serán y la diáspora imposible de tus ojos que ya no esperan.
Hugo Celati (2009) (Imagen: René Magritte -"Los Amantes")

martes, 15 de septiembre de 2009

AMOR Y DOLOR



Debajo de las baldosas de mi sombra, hay un hueco dónde resuena tu nombre.
Laberinto impiadoso, tu voz lo pronuncia y mis pies se pierden absortos en la búsqueda.
¿Estás allí? Acaso en un cuadro de infancia que se lleva tu sonrisa triste, y el vigor abuelo de un afecto y la distancia memoriosa del tiempo armando con paciencia su tela de araña.
¿Estás allá? En la estática sucesión de muertes, en los silencios que acuñaron tu talla de mujer, en el arrojo de tu cuerpo y sus brotes voraces e incendiarios.
Difícil saber qué trama tiene el encuentro, difícil cuando se acoraza tu silencio y no es posible seguirle el rastro a una huella amanecida o a una lágrima guardada en el último rincón de tu cofre sagrado.
Te hiciste en soledad bordeando el río sinuoso de heridas que no han de cerrarse.
Y en el alba temprana del adiós, en tu estarse de madre de madres, en tu explosión feliz (aquella tregua de vida brotando de tu carne) nunca te creíste destinada a la alegría. Nunca, merecedora de ese afecto capaz de abrirle ventanas a la condena del dolor original.
Y cuando el azaroso tempo de la melodía nos empujó a la confluencia de sonidos inéditos, dispersos en el aire pero abigarrados en las teclas sutiles de la sangre, cuando nuestros ojos se toparon como dos toros furibundos, cuando la palabra nos dejó desnudos ante nuestro deseo y supimos sin estudiar el resultado de las cifras que habíamos nacido solo para encontrarnos alguna vez entre una multitud de ciegos, hubo un hiato en el cuello de la tarde, una letra que se desaliñó sin querer, un enjambre de preguntas que soltó su zumbido aletargado y mortífero.
¿Estás allí? ¿Estás allá? ¿Acaso aún en frente de mi puerta abierta?
¡Qué cosa con las criaturas que son hijas del barro doliente!
¡Que triste es su juego aun en la exuberante dicha del amor!
Hugo Celati (2009) (Imagen: "La persistencia de la memoria" Salvador Dalí)

jueves, 10 de septiembre de 2009

CRUXIFICCIO


Ella me niega la primera vez.
En su boca distante se sellan palabras que nunca me dijo. Asoma el hilo de un extraño furor, un resabio a licores de ira, un rencor deshojado en su mensaje extrañamente austero y oculto.
Ella me niega la segunda vez.
Me condena a un silencio que traba mis huesos, que desorbita los ojos de mis noches, que atraviesa con un tizón de fuego mis entrañas, que ata los cordeles de mis nervios al respaldo de una cama de hospital que se afantasma.
Me amordaza con una ausencia que mide los pasos desde algún lugar secreto e incógnito. No me deja pronunciar aquella palabra que diga cuánto hay de mi en su existencia, no me deja mostrarle que mi sangre es la suya desde el origen de los tiempos.
Ella me niega por tercera vez.
Ahora el silencio es una larga voz que aúlla en los techos de mi cordura, un estrépito de tambores disonantes que vuelcan la líquida violencia de sus parches en mis ojos ciegos.
Ahora el silencio se parece mucho a la muerte y sus máscaras soñadas, a la oquedad de lo que habrá de venir, a la ira de los mansos que son martirizados en algún nuevo Coliseo.
Ahora el silencio es un túmulo dónde el amor recuerda frases que tal vez pronunció sin conocerlas en su trama más íntima.
Y el dolor de no estarse, y el fuego impasible del tiempo. Y el adiós.
Hugo Celati (2009)

domingo, 6 de septiembre de 2009

LAS VITRINAS DEL MUNDO


Las vitrinas del mundo exhiben nuevas mercancías. Brillan entre el bullicio de las ferias, o en la frente caliente de las calles.
Las multitudes se agolpan tras el estrépito de los vendedores
-Caballero, aquí está su paraíso...
-El bien y el mal, puede encontrarlo en los subsuelos...
-Libertades y derechos, moléstese hasta el entrepiso...
-Dioses a su medida, salón de los espejos...
Así, las vitrinas del mundo ofertan todo lo necesario para entender la vida. Y quizás hasta la vida misma.
Pero lo extraño en estas transacciones, es el final que se oculta a nuestros ojos.
Porque hay quien se empeña en silenciar el triste espectáculo de millones de seres errabundos, cabizbajos, desfilando en el oscuro mostrador de los reclamos
-Pedí yo poesía, y me dio usted este pequeño Neruda de bolsillo.
-Quise la eternidad y aquí me han negociado un viejo reloj de Eistein.
-Solicité libertades y obtuve los discursos de cien parlamentarios.
-El objeto de mi compra fue el bien y el mal, y aquí en la caja me entregan sólo una serpiente y su manzana.-
Hugo Celati. (IMAGEN M.C.ESCHER)

CASANDRA


Se mostraba en la cornisa de su equívoco, en la pronta miseria de su cordura. Y es que, en ocasiones, la voz no rima con los silencios, la jaula no sucede al pájaro ausente, el agua no estuvo dónde la huella húmeda da indicios.
Todo lo que se hizo ha estado de más. Todo lo que se haga, también.
Nada puede entenderse más allá de los cordeles invisibles que el pensamiento entrelaza a ciegas. Los hombres construyen sus palacios de futuro perfecto, su haré, su sabré, su viviré, su moriré y en los renglones del manual de Gramática, lo uno se ordena en un mundo de espejos simétricos. La Lógica es un icono que brilla en el altar enhiesto del Topos Uranos. y aún cuando todas las palabras enhebradas y el gesto liminar de elegir la manzana en el árbol y el acto mismo de garabatear estos grafemas sangrantes pasen por el tamiz de la conciencia, la única luz que brilla por sí misma está en la fragua secreta, en la boca de todos los fuegos, en el eterno devenir, en el ojo traslúcido donde cada partícula se revela sin otro ropaje que su desnudez original.
Hugo Celati (2009)