martes, 15 de septiembre de 2009

AMOR Y DOLOR



Debajo de las baldosas de mi sombra, hay un hueco dónde resuena tu nombre.
Laberinto impiadoso, tu voz lo pronuncia y mis pies se pierden absortos en la búsqueda.
¿Estás allí? Acaso en un cuadro de infancia que se lleva tu sonrisa triste, y el vigor abuelo de un afecto y la distancia memoriosa del tiempo armando con paciencia su tela de araña.
¿Estás allá? En la estática sucesión de muertes, en los silencios que acuñaron tu talla de mujer, en el arrojo de tu cuerpo y sus brotes voraces e incendiarios.
Difícil saber qué trama tiene el encuentro, difícil cuando se acoraza tu silencio y no es posible seguirle el rastro a una huella amanecida o a una lágrima guardada en el último rincón de tu cofre sagrado.
Te hiciste en soledad bordeando el río sinuoso de heridas que no han de cerrarse.
Y en el alba temprana del adiós, en tu estarse de madre de madres, en tu explosión feliz (aquella tregua de vida brotando de tu carne) nunca te creíste destinada a la alegría. Nunca, merecedora de ese afecto capaz de abrirle ventanas a la condena del dolor original.
Y cuando el azaroso tempo de la melodía nos empujó a la confluencia de sonidos inéditos, dispersos en el aire pero abigarrados en las teclas sutiles de la sangre, cuando nuestros ojos se toparon como dos toros furibundos, cuando la palabra nos dejó desnudos ante nuestro deseo y supimos sin estudiar el resultado de las cifras que habíamos nacido solo para encontrarnos alguna vez entre una multitud de ciegos, hubo un hiato en el cuello de la tarde, una letra que se desaliñó sin querer, un enjambre de preguntas que soltó su zumbido aletargado y mortífero.
¿Estás allí? ¿Estás allá? ¿Acaso aún en frente de mi puerta abierta?
¡Qué cosa con las criaturas que son hijas del barro doliente!
¡Que triste es su juego aun en la exuberante dicha del amor!
Hugo Celati (2009) (Imagen: "La persistencia de la memoria" Salvador Dalí)

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