domingo, 23 de junio de 2013

ENTRESUEÑO




¿Quién dice que el tiempo se levanta y en la misma rutina ha de peinarse?
¿Quién, que el vaso transfigura su cómoda sílaba monocorde?
El tiempo dormita en mis axilas y suda en el polvo del silencio.
Y pasan los rostros numerados por el dolor, ese cauce de ausencias que corren contra la corriente, el reloj cristalizado en la retina, la ansiosa concurrencia del tren, el diálogo imposible con mi padre ausente o con el tío Osvaldo, que habla solo mientras surca su huerto, la escucha inverosímil de sus voces ahora superpuestas en los vestigios del pobre pensamiento.
Todos han muerto te dice alguien, me digo o lo dicen las palabras sumergidas en el nimbo fantasmal. La puerta se suelta del marco, avanza el ojo incandescente de su cerradura. ¡Ahora…el cuco! ¡Ahora los demonios anunciados!
Y luego el temblor con que mi mano se posa en el picaporte y la abre. Un abismo dónde aquella mujer deseada en secreto me besa, por fin su beso húmedo aunque evanescente, por fin su beso que no sacia porque tal vez no ocurra.
Tanto abrir la puerta y no saber en qué punto del destino se sitúa mi naturaleza.
Quién soy a esta hora de la deshora.
Entonces, si despierto y me inclino ante mi desayuno, el diario apenas me avisa que hay una alteridad.
Tanto abrir la puerta y no poder salir.

Hugo Celati (2009)
Fotografía: Ingrid Dabrescia.

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