jueves, 29 de enero de 2015

2015.ENERO. DOMINGO 25


Yo nací en témperley, buenos aires, argentina,
Donde confluyen las calles brandsen y liniers, no hay rastros ya de
aquella vieja casa hospital donde la gente nacía y moría todo el tiempo.
Tampoco hay rastros del barrio, o los hay,
pero tengo que buscarlos con paciencia,
si uno afina la vista es posible verlos tan evidentes, tan certeros, tan atribulados.
La infancia se cayó de
la bicicleta varias veces y el almacén de don victorio no
vende nueces ni legumbres, su
balanza dormita en los anaqueles del viento. Qué se yo.
Hay una esquina que es todas,
aunque también se podría decir que
todas las esquinas son la misma esquina o
alguna que otra frase de circunstancia que
parezca más o menos bien escrita
Por brandsen íbamos
hasta la cancha de témperley a
sufrir y a gozar, tan celestes como
los ángeles en el techo de la sixtina, íbamos
solo para ver al alejo, al negrito corbalán, al pepe biondi, sin que importara demasiado el resultado del partido (salvo contra chicago o contra los andes porqué ahí había que poner carajo, ahí no era cuestión de vender el honor en noventa minutos de sudores y lágrimas y gritos. Ahí la barriada abría sus fauces con tal ferocidad que no podíamos reconocernos a veces ni nosotros mismos. Chu chu chu la máquina del sur)
En cambio por liniers
tantas veces bajamos con los dos rodriguez ,
el pelo larguísimo de daniel,(el mío no tanto como preanunciando el desierto venidero)
las revistas subterráneo bajo los
brazos, las remeras de batik por
las que sufrimos insultos , los vinilos de hendrix o
de almendra o de aquelarre,
la hermandad del sur instalando su ojo
de tormenta en medio de barricadas,
paredes pintadas por el erp o las fap, la cofradía de la flor solar
en las jóvenes solapas y
tantas otras cosas que ahora no quiero contar para no aburrir a tan distinguida audiencia.
El barrio y esas calles, calles que
se bifurcaban en cada meridiano,
la fiebre inhóspita en las frentes,
se llenaron de escuela y
los recreos a veces nos
llamaban desde la casa de doña albariña o la de
mi abuela, la casa chorizo donde don josé hacía sillas y
mesas y evocaba a su terra, galicia,
porque franco lo había expulsado sin boleto de vuelta.
Con los años me fui del barrio, digo de este barrio, me fui, bueno, uno dice me fui con los años, me fui a otro barrio que era el mismo (aunque no lo sabía) y entonces llegaron mary y pato y gustavo para escuchar a emerson lake and palmer o a conesa de pedro y pablo, y claro, no sé si ellos se dieron cuenta (creo que sí, antes de que lo hiciera yo, inclusive) pero a los temores se le aflojaban las baldosas y las tres aaa nos corrían sin saber que existíamos, y la casa de ellos también era mi barrio o el lugar donde había nacido o el dolor y la alegría y tantas circunstancias que no caben en las palabras. Vaya uno a saber.
Por más que los fantasmas se vistan de
presente y cuelguen su saco en los percheros oxidados de
la escuela treinta y siete, por más que mrs murphy siga
saludando a mi viejo con su tono amable, good morning,
thanks for the visit,
por más que mi amigo fernando de la vuelta por espora en
bicicleta o mi doble vuelva a besar a claudia bajo la
sombra nocturnal de avellaneda y guido, el
tiempo es un búho destemplado que
chista de día y la merienda que mi vieja sirve tiene otro sabor, ahora, cuando ya no están aquellas paredes salvajes y la vuelta es un domingo tonsurado y yo un señor tan torpe y mi adolescencia un resoplido en la flauta de ian anderson y los muertos un sueño que heredaron los habitantes de los nuevos consorcios.
No busquen señales de sus huellas un domingo a la tarde, háganme caso. Mejor un lunes.¿Sí? Seguramente habrá ese día tanto por hacer.

Hugo Celati (2015)
Imagen: Hugo Celati (2013)




No hay comentarios:

Publicar un comentario