sábado, 17 de enero de 2015

METÍLICAFISICA



Y en la quietud malsana de las horas, entre los tréboles de plata que naufragan en los jardines del alba, mis zapatos besan las huellas de los que no están.
No sé si vuelvo porque no recuerdo haber ido y es entonces que mi cuerpo no cabe en los pantalones oscuros ni en la camisa viciada. No sé si asoma su respiración de los bolsillos cansados. Los ojos dan vueltas, giran en un carrusel sin fin y el parque se desnuda de sus propias estaciones. En vértigo creciente se acurruca el otoño y su orfandad de luces o el verano y sus rubores tranquilos. Me temo que el tiempo sea acaso una puerta que se cerró a mis espaldas, un logaritmo incalculable, un tardío gesto de arrepentimiento de dios. Y los árboles, los bancos de piedras, las estatuas con su sudor de siglos derramado en el musgo como el vino agrio de los muertos, tal vez existan ahora, que tengo la certeza de estarme, torpe y desarmado, en medio de los árboles y las flores incansables, ahora que, tumbado sobre el césped, sé que soy un alarido antes que una entelequia, ahora que el alcohol alumbra con otros fuegos mis ideas y entonces las burlas o el asco de la gente o la requisitoria policial o los edictos por ebriedad no pueden causarme más que una lejana y repugnante extrañeza.

Hugo Celati (2013)

Imagen: Bettina Pelaye

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