martes, 22 de diciembre de 2009

EL RITUAL DE LOS IMPUROS


En el viejo retrete, donde la noche se hunde, un hombre se dobla entre gemidos. Y vacía su soledad y vacía su muerte y vacía su silencio que se oscurece en las heces violentas, en los hijos sangrantes de un útero herido. El hombre, que sonríe dentro de su traje y opina con decisión sobra la eutanasia o las variables económicas, está ahora, aterido, semidesnudo, sentado en aquel blanco agujero. Exorciza sus entrañas, expulsa los demonios de su sangre, se desvanece entre la miasma putrefacta. Cada uno de nosotros, acompaña su ritual. Y allí no vale demasiado lucir bonita o cual macho cabrío desbocado o erigirse en genio tutelar de los grandes destinos o en sabio erudito que descifra manuscritos a orillas del Mar Muerto.
Estamos destronados. Y al evacuar, nadamos entre las aguas turbias de nuestros desperdicios y entregamos un poco del ser que no somos.
Atados a la mísera tarea ¿Quién puede creerse más de lo que es?
Todos, a la hora residual que indica el alba o la tormenta, acudimos a la cita.
Y luego, al contemplar la mierda que escribimos desde nuestro volcánico fragor, revivimos el viaje vergonzoso de Adán y Eva, expulsados del bien y la belleza.
Hugo Celati (2009)(Imagen René Magritte)

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