miércoles, 18 de septiembre de 2013

A LUCRECIA VICHENZA


Domingos emplazados.
Al son de la risa parlanchina, tornasolada en berrinches coloridos, la voz se sube al tobogán y se prolonga en cuerdas de arpa, en la risa que despabila los rostros, en los bienaventurados, la alegría es una piedra que se talla hasta adiamantarse. Y entonces los vestidos, pañuelos melografiados , y el collar de perlas y la vincha.
Domingos emplazados. No hay tristeza que pueda doblarles el brazo. Narices de payasos siderales, caritas morenas en las sonrisas que no saben de penas cuando ella da vueltas por las baldosas hechizadas.
Todos somos niños al quitarnos la máscara y la sombra. Todo es agua de sol.
El tiempo canta.
Y el ruedo de la tarde en la feliz osadía de Lucrecia.

Hugo Celati (2013)
Imagen: Florencia Menéndez

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