miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA NUEVA CONCIENCIA

Hoy escuché una voz sin rostro leer con mesura entre las luces: han muerto quince hombres al tronar las esquirlas de la fiebre.
El locutor puede decirlo con las pausas perfectas de los sabios. Quizás con cierta prisa que recuerda a los niños ansiosos por hallarse en el juego de escondidas. Han muerto, en Colombia, quince hombres. Los mató el filo de la noche. Dicho lo cual la imagen se convierte en un festín con los modistos de la Reina o con motores que zumban en el agua o con guerreros luchando en los estadios, con doctores del deber llamando al sacrificio ajeno. O con tristes hechiceros proclamando la santidad de la Bolsa de Valores. Pero yo he escuchado que han muerto quince hombres. Tal vez, dormidos en la cifra, niños o mujeres. Han muerto. Ya todos conocen la noticia. El mundo ha consumado su sueño milenario: hay un ojo monstruoso hurgando a toda hora en las sábanas de la humanidad doliente. Y nada escapa. Nada puede ignorarse.
Y nosotros cenamos satisfechos y el ministro sonríe en sus alcobas y el juez puede dormir despreocupado pues la voz de la nueva conciencia nos avisa impasible que esta mañana, lejos de aquí, han muerto quince hombres.
Los televisores prosiguen con sus fuegos de artificio. Han muerto quince hombres mas compre usted su limusina. Han muerto despedazados por el odio: brindemos igual por la amistad. Han muerto anónimos, perdidos en el viento y la señora elige su fina lencería. Han muerto y no son siquiera huesos, no obstante llámenos, y gane una fortuna.
Sin embargo, algo me inquieta. Es la angustia de unas fosas numeradas. Y escuchar que hoy han muerto quince hombres. Y no saber si han muerto cara al cielo.
Y no saber alguno de sus nombres.
Hugo Celati (2000)
Imagen: Fernanda Meques

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