miércoles, 15 de julio de 2009

EL VIOLENTO OFICIO DEL RECUERDO

Húmedo, el brazo se deslizó sobre la piel salitrosa del odio. Pero la tarde, desatando los nudos del viento, trajo el dibujo difuso de los mares, y la calma violeta de los viejos jardines estivales. Quién puede saberlo, hay distancias que entrecruzan el hálito de sus miradas, papeles al aire que caen de los árboles como cuentas de un antiguo y tenue collar. La infancia, qué puede decirnos con sus juegos a destiempo sobre el fuego circular de la memoria, olores de naranjas que destilan una pena infinita, las risas, allí, acurrucadas en el rincón oscuro de los desvanes, el brindis presuroso del abuelo en aquella Navidad perdida.
Vendrán. Yo sé que vendrán los famélicos felinos a cobrar su presa. Yo sé que escaparán de los libros de Kipling, y buscarán con denuedo la huella sangrante de mi edad.

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